Hoy se
ha muerto mi abuelo. No es que hubiera podido intercambiar unas últimas
palabras con él antes de morir, ya que hacía ya algún tiempo en el que solo transmitía
emociones a través de su mirada, sus lágrimas o su sonrisa, pero, me hubiera
gustado poder intercambiar esa última mirada.
Así que
estoy en un país extraño donde, más que nunca, me siento un extranjero, rodeado
de gente entre la que me siento, más que nunca, un extraño y donde no tengo un
amigo o una amiga al que poder abrazar y dejar que me abrace.
Mi hermana
siempre me pregunta, siempre intenta comparar si estoy mejor en un sitio que en
otro. Hoy, el día de la muerte de mi abuelo, a miles de km de Europa, en
Yibuti, ya no puedo decir que cada sitio y cada situación son diferentes.
Hoy, me
siento aislado e impotente. Hoy, no le voy a decir a nadie de mí alrededor que
se ha muerto mi abuelo y, si me ven llorar, simplemente diré que es el polvo
del desierto que, una vez más, irrita mis ojos.
No voy
a decir que mañana será mejor, porque no lo será. Seguiré haciendo mi trabajo, seguiré
compartiendo mi espacio, que no mi vida con unos compañeros con los que no
tengo nada más que compartir y esperare el momento de partir. Contare una vez más
los días para partir, m -1, como siempre, pero con más ganas.
Hoy, lo
único que quiero es estar con mi familia, y a cambio, solo tengo arena de
desierto, nimios problemas logísticos o administrativos y un plato de pasta fría.
Me queda
un mes de Yibuti, y un contrato para varios meses con proyectos en diferentes países,
diferentes circunstancias. Cuando se termine, daré por concluida mi experiencia
humanitaria. Hare un resumen de lo vivido, sentido y sonado y
Y bueno, me inventare otra vida, en otro
lugar,
Más cerca,
Más cómodo.